Para entender lo que es
la salud holística, primero debemos entender qué es la enfermedad, o mejor
dicho, por qué enfermamos. Sabemos que a nivel energético la enfermedad es un
bloqueo en el flujo de chi en los meridianos, y
ese bloqueo causa un estancamiento que si se prolonga en el tiempo puede causar
desequilibrios más o menos graves en el organismo.
¿Por qué se bloquea la
energía y el flujo de chi? Puede haber muchos
motivos, desde una lesión por accidente, produciendo la consecuente herida o
lesión en los tejidos, o un estado emocional desequilibrado, que es sin duda
uno de los motivos más comunes en nuestra sociedad avanzada.
La mente es muy
poderosa, crea y destruye.
Las emociones causadas
por una mente focalizada en los aspectos negativos que a su vez se producen por las creencias
limitantes sobre nuestra experiencia en
el pasado, son la causa de la mayor parte de nuestras “enfermedades”. Cuando no
reconocemos ese origen emocional en nuestro desequilibrio (enfermedad) es que
no estamos escuchando las señales, estamos desconectados de nuestro cuerpo. Es
como si la cosa no fuera con nosotros. Esa falta de responsabilidad hacia
nuestro propio proceso interno es digno de atención y por supuesto de
rectificación si queremos mantenernos saludables.
Para sanar, es imprescindible saber escuchar
las señales que emite el cuerpo. En primer lugar estas señales, son mentales,
luego se traducen a señales emocionales, y finalmente se somatizan en el cuerpo
físico, que por decirlo así sería el niño que llora cuando tiene hambre. Hemos
sido descuidados y no hemos atendido a tiempo las otras señales, y ahora toca
reparar los daños desde el principio, donde se originó el desequilibrio o la
primera desatención, la mente.
Cambiando nuestra manera
de pensar nos ahorraríamos tantos sufrimientos que no nos lo podemos ni
imaginar. Y no sufrimientos sentimentales solo no, sino también físicos, porque
somos un Todo, un complejo sistema de tejidos, emociones, pensamientos y conciencia,
eso es el Ser humano, y de ahí las terapias holísticas, que son las que
entienden y atienden al ser humano en sus múltiples aspectos, físico, mental y espiritual.
La primera creencia
limitante e inequívocamente
desalentadora para empezar nuestro proceso de curación sería: “ Yo no he
hecho nada para enfermar” porque irremediablemente te lleva a un “Yo no puedo
hacer nada para sanar”.
Cuando rompemos esta
creencia, comúnmente se dice que hemos “reconocido” que tenemos un problema, es
una redención, es un primer paso hacia la sanación, y quizás, según mi
criterio, el más difícil.
Las creencias nos
condicionan, son nuestros valores y muchos de ellos muy loables, pero hay
siempre algunas creencias inculcadas, aprendidas y adheridas a nuestra forma
de pensar, que nos fueron utiles en el pasado pero no nos sirven en el presente. En realidad no nos
pertenecen, no nos aportan un bienestar, no sentimos una alineación sincera con
ellas, es por eso, cuando una creencia se vuelve peligrosa, cuando te limita con frecuencia a la hora de
afrontar la vida.
La mayor parte de estas
creencias se originan en el pasado, a
una edad temprana en la niñez. Y
posiblemente hoy, de forma inconsciente, te estén afectando, llevándote a hacerte la pregunta
“¿Por qué me tuvo que pasar a mi?, en vez
de ¿para qué? Pues toda experiencia esconde un aprendizaje si observas más
allá de las apariencias.
También la nostalgia al
pasado, a algo que fuimos o tuvimos, es algo que argumentamos como positivo,
cuando en realidad está creando un sentimiento de negación hacia el momento
presente, y que de forma directa afecta a tu salud. Si te
entristece o te deprime pensar en lo que fue que ya no es, tienes un problema
de salud, salud emocional, pero salud.
Cuando con el transcurso de los años mantenemos la
creencia de que hemos perdido todo el poder, la
jovialidad, la belleza,
la capacidad de amar, de disfrutar de la vida, de divertirnos, de jugar, de ser
influyentes y sabios/as consejeros, de ser creativas, de ser deseadas, de ser
competentes y útiles, quizá no en nuestro trabajo ya por tema de jubilación,
pero sí en otras áreas de la vida, esas creencias, diversas y apabullantes, nos
están afectando de forma sutil y
gradual. Efectivamente empezamos
a sentirnos infelices, desanimadas, tristes y deprimidas, con su consecuente
repercusión en nuestro estado físico. La ley de Causa y efecto.
Nada se produce en un
segundo, todo se va acumulando en nuestro complejo sistema durante bastante
tiempo antes de que salten las alarmas, por eso hemos de estar alertas y atentas de no acumular
sentimientos ni emociones negativas durante más tiempo del necesario, porque
todo el abanico de emociones es necesario, estamos vivos para sentirlo, pero
también debemos a aprender a ser maduros, y soltar, dejar pasar los estados que
nos quitan energía, que nos debilitan y aprender a sustituirlos por estados
anímicos positivos. Como dice Kuppers, es nuestra responsabilidad buscar las herramientas, llámense motivaciones,
sueños, ilusiones o aficiones, lo que sea, para
subirnos el ánimo, para estar más contentos, más felices. Si no lo haces tú, no lo
hará nadie por ti.
Yo elegí practicar
Chi-kung. Entonces lo hice intuitivamente, era joven, ahora, igual de jovial
pero más consciente y después de 20 años de practica y enseñanza ininterrumpida, volvería a
elegirlo, pero con madurez y muchas más razones de peso.
La
activación de la energía en los meridianos equilibra las emociones
y sus efectos “adversos”, neutralizando la negatividad de la mente a través de la
respiración consciente.
Por eso nos sentimos tan
bien después de hacer Chi-kung, es como una ducha de energía positiva que
“limpia” la mente y las emociones, dejándonos livianos, alegres y felices como
niños. Parece que los problemas desaparecen, ya no nos sentimos preocupados como
antes, más bien aprendemos a aceptar el presente tal cual es.
La aceptación
del momento presente, no solo con resignación, sino con la alegría de quien
atesora un gran tesoro (tres tesoros alineados) es la fuente de la salud y de la felicidad
para mí.
Un abrazo cálido,
También curativo 100% y más en estos tiempos que corren.
Alicia